viernes, 11 de diciembre de 2009

La “base” no siempre es revolucionaria

La “base” no siempre es revolucionaria
Por: Osly Hernández
En nuestra última reunión de patrullas, junto a algunos delegados del PSUV, se generó un debate bien interesante con motivo de las palabras elevadas por el presidente en su último programa dominical, en el cual reflexionó sobre si quienes deben formar parte del cuerpo del Congreso del partido deben o no ser funcionarias y funcionarios de alta responsabilidad institucional, léase: diputados, alcaldes, gobernadores, ministros… y hubo quien agregó hasta a directoras y directores de instituciones.
Varias posiciones se elevaron, sin embargo, quiero destacar una en particular: “no siempre la gente que viene de la base son personas que poseen criterios “éticos- políticos” para asumir las tareas de la revolución. Tenemos aún un pueblo enajenado por el sistema con muchos vicios…”, frase que fue respaldada, a su vez, por uno de los delegados presentes.
A simple vista, esta afirmación parece muy “lógica”. Ahora bien, cuando le metemos el ojo de la dialéctica, notamos de inmediato dos graves contradicciones: 1.) ¿puede entonces existir personas con criterio “ético-político revolucionario” que NO SEAN DE LAS BASES? y 2.) ¿Existe alguien que no esté enajenado por el sistema capitalista?
Es evidente que quien construye la argumentación, no lo hace con mala intención. Seguramente no notó la tamaña contradicción que existía en sus palabras, las cuales son sólo la evidencia de que aún en nosotras y nosotros llevamos secuelas de un sistema, de un Estado, que nos hace aún considerar que sólo el estudio basta para hacer una revolución. Que la práctica con y desde la “base” es, pues, para la retaguardia.
Es ese, el Estado Burgués individual -que nos formó en la escuela, en la universidad, en la calle- el que nos permite justificar el hecho de que las grandes maquinarias institucionales se sigan imponiendo frente a la señora que se levanta tempranito a hacer los censos, organizar su consejo comunal, hacer seguimiento a los tortuosos trámites burocratistas (además de ser madre soltera de cinco muchachos), o al señor que se reúne cotidianamente en su patrulla, organiza el mercal, estudia en la Misión Sucre, se sabe nuestra constitución “pa lante y pa tras”, o a las y los miles de militantes comunales “sin salario y a dedicación exclusiva” que tiene nuestra revolución, aún invisibilizados por no pertenecer al equipo de la maquinaria tal y pascual, pero que su comunidad reconoce como lideresas y líderes.
Las y los verdaderos revolucionarios se miden no en su conocimiento, sino en la coherencia de sus acciones. Por eso el Ché afirmaba que éste era “el máximo escalafón de la especie humana”. Y debemos reconocer, autocráticamente, que hasta que Juan Pueblito y María no tengan la oportunidad de la Dirección de la Revolución1, seguiremos actuando en “representación” de ellas y ellos. Sea la tendencia –apetencia-que sea, si no permitimos la participación política de quienes las comunidades reconocen, estaremos usurpando su voluntad. Y es que una vanguardia revolucionaria no es el saldo de un acuerdo entre grupos, es el resultado del apoyo popular a una labor consecuente.
Por esto, ¡NO!, no puede existir criterio “ético-político revolucionario” en quien nunca ha hecho trabajo organizativo con las BASES explotadas de nuestro pueblo: el campesinado, las y los trabajadores, desempleados, analfabetas, y comunidades menos favorecidas. Es ahí donde están las y los cuadros de una verdadera revolución socialista.

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